Fin del Concierto

Fin del Concierto
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viernes, 19 de junio de 2009

Brett Anderson en Chile


Todavía recuerdo la primera vez que escuché un disco de Suede. Debe haber sido por el año 97, cuando recién estaba comenzando a descubrir sonidos más allá de mi profundo y obnubilado fanatismo por Queen. Nunca me he arrepentido de haber sido fanático de Queen durante tanto tiempo; sí me arrepiento de no haber sentido antes la curiosidad de descubrir más música.
Pero sí, debe haber sido el año 97 cuando mi compadre y compañero de curso Felipe (más conocido hoy en día como Felipink) gentilmente me cedió una copia pirata del Coming Up. El cobre era escuálido y con suerte tenía para comprarme un tabletón con manjar afuera del colegio, o una bolsa grande chubi, y los cincuenta pesos pa la micro. Así que ni hablar de radio con CD, casetes originales ni ninguna de esas wevadas. Eran inalcanzables para mí. Un día junté peso por peso y fui a Franklin y me compré una radio parlante con doble casetera, marca Hitaqui o Herturi o no me acuerdo ya, pero hecha en Vietnam o algún otro país asiático cuático, seguramente por una madre chinita de cinco hijos; cualquiera menos de las que se supone que eran buenas. Era verdaderamente asquerosa; tuve que idear un ingenioso sistema de compresión sobre la tecla play para que el casete se escuchara decente, porque si no como que no agarraba bien y se le iba la onda. Así que agarré un antiguo parlante que estaba botado en la casa, y una plancha de esas de la tatarabuela, que se calentaban en la estufa, y con el mango presionaba la tecla play mientras el magneto del parlante lo mantenía como colgando de la plancha y empujándola hacia abajo. Me colocaba unos audífonos de Walt Disney que le robé a mi hermana chica y con eso escuchaba la radio todo el día sin molestar a nadie. Un día me aburrí del sistema de la plancha y le robé derechamente el personal estéreo de Walt Disney a mi hermana chica, y lo echaba a funcionar con un transformador. Me conseguía las letras de las canciones con un amigo acaudalado que tenía Internet de módem en su casa, y hasta impresora de punto!! Puta el weón con plata. Y como la curiosidad me había agarrado con cuática, me devoraba discos como cabro leso, los escuchaba una y otra vez, hasta que me aprendía las letras de memoria; las escribía en cuadernos, las traducía, le preguntaba al Teacher qué significaba tal o cual cosa. Eventualmente terminé aprendiendo más inglés que cualquier otro par gracias a la curiosidad por saber qué cabeza de pescado decían las canciones.
Fue una de esas tardes de música después del colegio en que escuché el Coming Up. Wow, bueno bueno, pensé. La primera del disco ya la había escuchado… Pa qué decir la de los ancianos de Cachureos. Era tan bueno que hasta pensé que era un Greatest Hits. Le dije al Felipe (que en esa época ni imaginaba en convertirse en el Felipink que es ahora), ¿esta wea es un grandes éxitos?, y me dijo que no, que era el último disco, ah, porque está re bueno, es como si ya hubiera escuchado todas las canciones (hace poco me enteré que el mismo Brett Anderson en alguna oportunidad dijo que el disco había sido concebido como un “grandes éxitos”… así que de chiquitito le pegué a esta wevadita…). Y fue a través de los contactos del Felipe, el otro Felipe, y la Pitu (cómo olvidar a la Pitu) que me conseguí los demás discos, y empecé a alucinar. Puta los weones buenos. Qué onda So Young. Qué onda The Wild Ones weón. En esa época las colocaban en la Blondie y era la cagá, verdaderamente, era como que de repente pusieran un video de Jesús en una iglesia canuta. Porque Dios era Morrisey, y Jarvis Cocker era… puta, no sé. Puede que también haya sido Jesús, no hice una encuesta de popularidad. Las minas gritaban por los dos. Pero cuando tocaban The Wild Ones… uuuhh… Era como darle a todo el mundo un afrodisíaco mezclado con Viagra. Echen paja, por favor, que nos podemos resbalar. Bueno, pasaba lo mismo cuando tocaban Babies. Ahora, pasareeeeis… Si Jarvis parece un mago de la escuela de Harry Potter.
Eventualmente me convertí en fanático de Suede, y Suede se convirtió en mi banda favorita de toda aquella pléyade maravillosa de bandas que alguna vez hicieron del britpop una cultura. Todos los weones se creían Jarvis Cocker, todas las minas se vestían como la Candida Doyle. Era cool. Era una moda que podía ser estrambótica y elegante al mismo tiempo. Una moda casi “exclusiva”, en todo caso… Me empecé a vestir con pantalones de tela, camisas, la típica chaqueta adidas que el viejo tiene guardada en un cajón desde que naciste; las zapatillas Adidas y si no teníai plata, North Star, ojalá de colores fuertes… Qué época. Qué style. Iba a veces los domingo al Bellas Artes, donde se juntaba toda la movida britpop. Se veían hartos, pero eran todos los que había. Y fue tanto mi fanatismo que hasta me dio por aprender a tocar canciones de Suede. Me compré una guitarra eléctrica, que era un palo con cuerdas que sonaba como un tarro enchufado a un amplificador con problemas de tierra. Pero eventualmente aprendí a leer tabs y me aprendí casi todas las canciones de Suede. Hasta el día de hoy las toco, algunas mejor que otras. Con Felipink nos armamos una banda y hasta compusimos varias canciones, en inglés, como correspondía; con ritmos melosos, sombríos y elegantes… Todo un Bernard Butler. Todo un Brett Anderson. Hasta tuvimos nuestro debut y despedida en la fiesta de cumpleaños de una profesora en calle Lastarria. Cómo olvidar esos días… Cómo. Casino Casanova. Un nombre elegante y provocador. Los ensayos en la casa de nuestra tecladista… La banda terminó como terminan o empiezan todas las bandas… líos de falda. Una se enamora del otro, el otro no la pesca, y sería. Hasta ahí no más llegó la colaboración. Después a Felipink le dio por usar el Fruity Loops o algo así y de ahí pasó a la cumbia electrónica que lo caracteriza hoy en día.


Cuando escucho la palabra Suede, se me viene todo esto a la cabeza. Todo esto y más. Fue la banda más importante de mi adolescencia e incluso de mi juventud. Es una banda importante hasta el día de hoy. Hasta el día de hoy sueño con tocar una canción de Suede frente a un público que agradezca que alguien, hoy, pueda tocar una canción de Butler con banda completa. Porque Brett… Brett no puede compadre. Prohibido contractualmente. ¿O acaso piensan que toca So Young en guitarra de palo porque le gusta? Gustareeeis. No puede no más compadre. Creo que intentó tocar una en Perú y ahí lo tuvieron detenido todo un fin de semana. Si la wea no es chiste compadre.

Así que puta, en el concierto de Brett Anderson la música fue importante, cómo no. Pero todos sabíamos que el Sr. Anderson ya está viejito, ya se tiene que teñir el pelo, ya no tiene la voz que tenía antes. Mucha heroína, mucha coca, mucho mucho. Pero cuando se apagaron las luces y de repente veo al weón que estaba acostumbrado a ver en la pantalla gigante de la Blondie, en la copia pirata del Love & Poison, en el video extra que venía en el Coming Up; al weón que he escuchado desde que soy un pendejo, al weón que me ha inspirado para tocar guitarra, para dármelas de músico… ver a ese weón arriba del escenario fue… impactante. No me iba a poner a chillar por él como una mina, ni cagando… pero fue sobrecogedor, emotivo, como un cristiano se sentiría viendo al Papa, o un argentino viendo a Maradona. Ahí estaba, tan cerca weon, tan cerca que parecía que podía tocarlo y verdaderamente convencerme de que el weón existía, que no era un invento de los casetes piratas, de las revistas, de los videos grabados del disco láser de un weon con plata, de youtube. La Favi me wevió y me dijo, no te vayas a poner a llorar… Yo me reí… Pero cuando empezó a tocar By The Sea casi me cago, se me comprimió el estómago, se me hizo un nudo en la garganta y apenas podía cantar… Lo único que quería era saltar, weviar, qué le pasa a esta gente que está tan quieta, qué onda; o estaban todos ensimismados, o estaban como cachando la onda, pero la atmósfera era cuática, como si casi todos en ese lugar estuvieran de alguna forma conectados a algo invisible que nos recorría la espalda cada vez que este personaje mitológico se cruzaba por el escenario, miraba al público y agitaba los brazos, pidiendo que saltaran. Como si todos estuviesen pensando lo mismo que yo pensaba, hasta la Favi, que apenas conoce a Suede. ¿En qué momento pasó esto? ¿En qué momento este weón salió del mito y se convirtió en realidad? ¿Cuándo, cómo pasó eso? El año pasado había quedado picado, y me convencí a mi mismo de que no valía la pena, si el weón ya no canta, sus discos son malos… Pero no weon, nada que ver, nada que ver! Porque Suede no es una banda más, Brett Anderson no es lo que es ahora, no es ni el Wilderness, ni el disco debut, ni el Coming Up, ni nada de eso… Brett Anderson es una figura de otro mundo, un weón que no pertenece acá… Un weón que debió morir, explotar como una supernova, como un meteoro, hace mucho tiempo atrás, tal como explotó Suede, tal como nació de repente, se convirtió en la banda más majestuosa de UK y así, tan rápido como llegó, se fue, y sería, no hay más, se acabó amigos, váyanse para sus casas, no queda nada por ver. La esencia de la vida, la esencia de la juventud; la nostalgia eterna por los 4 años que dura la adolescencia, por los 4 que dura la juventud… Así como se me fue la adolescencia, tal como llegó, así se fue Suede. Duró lo que dura una generación y murió, murió con el britpop, pero nunca fue parte del britpop… Fue algo más que las canciones chillonas de Blur, que la grandilocuencia de Pulp, que la eterna mediocridad de Oasis. Fue algo más que todo eso, para aquellos que lo entendimos, para aquellos que lo vivimos. Y está ahí, y por eso cuando hablo de Suede es como hablar de mi juventud, de los años que se fueron, de los años que no volverán. Tal como Suede. Ver a Brett Anderson fue como volver a ser un pendejo despreocupado. El pendejo que quiere crecer, que no entiende lo que ya tiene. Que quiere ser lo que soy hoy. Y fue por eso que cuando tocó Trash, gritando a cada rato “what are we??”, Traaaash, you and me, we’re the lovers on the street, we’re the litter on the breeze…, “what are we!” Traaaaaash…, de repente se me llenaron los ojos de lágrimas y estuve a punto de hacer el ridículo, jaja, qué ridículo weón, si te aseguro que varios de los miles que estaban ahí sentían la misma ansia, los ojos llenándose de lágrimas, los recuerdos que volaban, uno tras otro, mientras este weón bendito, este vendedor de sueños, se paseaba saltando por el escenario, gritando, what are we, what are we!!! Sí po weon, todavía soy basura, siempre lo seré, y me importa un pico, porque quiero seguir siendo basura todo el tiempo que pueda. Grande Brett. Grande Suede. Que tocara la canción un tono más abajo me importó un comino. Todas mis preocupaciones antes del concierto se fueron a la cresta. Creo que no salí de la estupefacción hasta que salí del teatro. Creo que todavía no salgo de la estupefacción. Fue tremendo. Una experiencia, una vivencia emocional de otro nivel. Un reencuentro. Una bofetada del tiempo, toma weón, mira cómo paso, mira cómo paso y me llevo todo, pero toma también... aquí tienes un dulce… ¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas de cuando eras pendejo y escuchaste por primera vez tu casete de Suede en la radio mala que tenías en tu pieza de tu antigua casa y luego escuchaste el Dogman Star y luego el Suede y luego el Sci-Fi Lullabies y te gustó tanto Europe is our Playground y This Time, y luego salió el Head Music y te lo conseguiste altiro y veías el video de Electricity en el Dínamo con Sergio Lagos y te compraste la guitarra y empezaste a aprenderte los temas y los tocabas con el Felipe y… y… y…
Y así como vino, Brett Anderson se fue. Y sería. Dejó videos. Dejó posteos en el foro. Dejó una entrevista. Dejó una sonrisa nostálgica en la cara de todos los que lo vimos. Y los que no lo vieron, guau. Se perdieron un viaje a vuestras juventudes. A la época en que tenían pelo y no tenían guata. Cuando todo era nuevo. Cuando todo era mejor.


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